El sonido de Martín Hernández

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Por Raúl López Parra

Martín Hernández visitó Beijing, la capital de China, para supervisar el diseño sonoro de Asura, una superproducción cinematográfica dirigida por el chino canadiense Zhang Peng. La película es hablada en mandarín y narra una historia épica de acción sobre el significado de la vida y el sentido de la reencarnación, desde la mirada budista de la cultura oriental.

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Con un presupuesto estimado de 100 millones de dólares, Asura, cuyo estreno se espera en el verano de 2018, se posiciona como una de las películas más caras del cine chino. En la producción participan renombrados creativos provenientes de 13 países. Y de México, además de Martín en el Diseño de Sonido, también se encuentra Patrick Murguía en la Dirección de Fotografía.

Sin embargo, la cita con Martín Hernández en el barrio de Sanlitun, uno de los más exclusivos de Beijing, no es sólo para hablar de Asura, sino sobre su trayectoria profesional. Este hombre de 52 años, oriundo de la Ciudad de México, ha participado como diseñador, editor y supervisor de sonido en más de 50 producciones cinematográficas, en las que ha trabajado con algunos de los más reconocidos realizadores de la industria.

Los reflectores internacionales le alumbraron en 2015, cuando fue nominado al Premio Óscar por la mejor Edición de Sonido de Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (2014), cinta que encumbró a sus paisanos Alejandro González Iñárritu como el mejor director, mientras que Emmanuel Lubezki se llevó, por segundo año consecutivo, el premio a la mejor fotografía — su primer Óscar fue por Gravity (2013), dirigida por Alfonso Cuarón—.

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Martín no recibió el Óscar, sin embargo la sola nominación bastó para que fuera requerido en infinidad de entrevistas. El público masivo conoció su rostro, siempre escurridizo de las cámaras. Su voz era más famosa porque fue uno de los locutores estrella de la estación juvenil 96.9 WFM y posteriormente Radioactivo, en la misma frecuencia. Ambas estaciones marcaron a una generación de radioescuchas en la década de los 80 e inicios de los 90.

En sus apariciones en la prensa, él ha tenido que explicar tanto a periodistas como al público, en qué consiste su trabajo, es decir, cómo se hace el sonido de las películas.

La gente no tiene por qué saberlo, suele decir, pero los sonidos que se escuchan en las películas, en algunos casos hasta las voces de los actores, son grabados de forma separada a las escenas.

Es la magia del cine, crear la ilusión de que todo ocurre tan solo con gritar Cámara, Acción.

Cada respiro, movimiento, vidrio roto, balacera o cada tornillo que se cae, todos los sonidos deben recrearse en el estudio. Esa es la tarea de Martín Hernández. El más reciente es El Renacido (2015), el cual le mereció su segunda nominación al Óscar, compartida con Lon Bender. Tampoco ganó en esa ocasión. Nuevamente Iñárritu y Lubezki se alzaron con los premios en Dirección y Fotografía, respectivamente.

Lo toma con calma. Hollywood es una industria caprichosa y las nominaciones son circunstanciales. Reconoce que tras ser nominado dos veces al Óscar ahora es más mediático, pero no ha cambiado su forma de trabajar.

“Harías mal si asumes que tu trabajo está relacionado con el nivel de aceptación o reconocimiento que recibas porque así, ningún director haría nada y nadie querría exponerse al rechazo, a la poca apreciación. Uno tiene que trabajar por lo que hace y ya. Claro que deseo que la película y el director tengan reconocimiento, pero esto no es una condición a priori, ni esto determina cuánto disfrute o no el trabajo que estoy haciendo”.

Track 1: la radio  

A punto de encender la grabadora para iniciar la conversación, sentados en un restaurante envuelto en sonidos ambientales, entre el choque de platos y murmullos en chino, Martín hace una pausa.

— Vamos a otro sitio para que quede bien tu grabación, aquí hay mucho ruido— sugiere.

Uno de los mejores sonidistas del mundo no podría menos que cuidar el sonido de su propia voz. Nos mudamos a un café, casi solitario. Martín sostiene la grabadora, como si él fuera quien entrevista. —A mí me gusta, estoy acostumbrado— comenta.

Su formación profesional no ha sido en la academia, sino en la escuela del gerundio: haciendo y trabajando.

De la radio a la publicidad y finalmente al cine, son los tres momentos en los que ha transitado él y Alejandro González Iñárritu, su amigo al que llama “El Negro”. La historia de ambos se entrecruza. No lo tenían planeado. Así es la vida, una travesía inesperada.

Desde jóvenes abandonaron sus estudios de comunicación en la Universidad Iberoamericana para dedicarse a la radio. En la Ibero, Martín Hernández se enteró de que había un casting para seleccionar a locutores de una nueva estación. Le dijo a Iñárritu, quien por cierto era un poco tartamudo, que fueran a hacer la prueba.

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Con apenas 18 años de edad, el director de la frecuencia 96.9 era Miguel Alemán Magnani, cuya familia era accionista de Televisa. Quería lanzar una radio juvenil para competir con Rock 101, emisora que había tenido éxito en la frecuencia de FM, donde un mercado estaba germinando. Era la década de los 80 cuando el público mexicano escuchaba más las estaciones de AM.

A Miguel Alemán le gustaron las voces de Martín y Alejandro, quien por arte de magia dejó de tartamudear cuando habló frente al micrófono. Durante un año, estos veinteañeros no recibieron salario trabajando en la emisora. Tenían libertad creativa para la producción radiofónica y cuando se vieron en el dilema de escoger entre el trabajo o la universidad, por supuesto… dejaron la escuela.

En la emisora dormían, vivían, soñaban y gestaban las ideas que llevaron a la cima a la frecuencia del 96.9 FM. Competían palmo a palmo con Rock 101. Durante seis años, tiempo en el que trabajaron en la radio, Alejandro y Martín marcaron a una generación de radioescuchas porque en aquel tiempo las dos estaciones eran una alternativa para los jóvenes, quienes tenían limitadas opciones de entretenimiento en los medios masivos.

“La radio en la década en que nosotros la tomamos funcionaba muy bien porque era una enorme grieta en la pared (…) México estaba literalmente aislado del resto del mundo”, recuerda.

En efecto, en el México de los 80 del siglo pasado sólo había un partido político que dominaba los espacios de decisión. No existía internet y la opción mediática con más audiencia eran los programas de Televisa, aleccionadores, caracterizados por su tono ligero, alejado de toda crítica social. Los noticieros eran controlados por el régimen y sólo en algunos periódicos y revistas se ejercía un poco de libertad de expresión. En ese mundo ochentero, Martín y Alejandro, como muchos otros jóvenes, se enteraban una vez al año de lo que ocurría en el cine mundial cuando se realizaba la Muestra Internacional de Cine, cuyas películas se exhibían en contadas salas.

“El país estaba secuestrado culturalmente por estas circunstancias y también por la naturaleza tecnológica del mundo. Esa parte del umbral de nuestra frustración se ha ido acotando conforme nos volvemos personas de este siglo, donde todo tiene que estar ahora y se vuelve pronto en algo decadente o anticuado. En aquel entonces, no. Tenías que esperar para llegar a la oficina y hacer una llamada, tenías que esperar a que un teléfono girara el disco y marcara uno, cinco, tres, nueve…Era la forma en cómo estábamos conectados y llegamos a la radio en un mundo así”, recuerda, apoltronado en el sofá de la cafetería, con la grabadora en la mano.

“No inventamos nada en la radio, que es uno de los medios más antiguos, sino que reutilizamos ciertas herramientas propias de la radio para convertirlas en otro elemento de comunicación con la audiencia, tanto ideológicamente como sistemáticamente”.

Martín y Alejandro se embelesaron con el mundo radial. Sumaron todos los éxitos posibles hasta que llegó su tiempo de partir por agotamiento creativo. Ambos sentían la necesidad de explorar otros mundos.

Track 2: el cine

Coincidentemente a la salida de la radio, primero de Alejandro y después de Martín, a Miguel Alemán Magnani le nombran vicepresidente de Imagen Corporativa de Televisa. No dudó en llamar a Iñárritu para hacerlo director de Conceptos Creativos. Era 1990. A los 27 años de edad, Alejandro González se convirtió en el productor más joven de Televisa, y él no dudo en sumar al equipo a Martín Hernández.

El camino llevó a ambos a la publicidad. Fundaron su propia compañía en la que producían comerciales para televisión y radio.

Amors Perros.jpgCon el paso de los años, acumulando premios en publicidad y ceros a la chequera, Iñárritu nunca renunció a su sueño de ser director de cine y comenzó a escribir un guión con quien había sido su profesor de literatura en la universidad, Guillermo Arriaga, titulado originalmente Perro Blanco, Perro Negro, el cual terminó en Amores Perros porque en ese año, 1999, Emir Kusturica lanzó su película Black Cat, White Cat.

Alejandro le pidió a Martín que fuera el encargado de hacer el sonido de Amores Perros.

La inexperiencia e ingenuidad llevó a Martín a pensar que podía hacerlo con las técnicas que aprendió en la radio y en la producción de comerciales televisivos.

“Por mi absoluta ignorancia del proceso (de edición de sonido), lo pagamos caro. Aprendimos con mucho dolor y con mucha suerte de esa experiencia. Hubo un punto en el que pensé que le había echado a perder la carrera para siempre a mi amigo. Había quedado todo tan mal”.

“Nosotros veníamos del mundo de la radio y la publicidad y los mixers (mezcladores de sonido) del mundo de la televisión. Era la primera película que ellos mezclaban y era la primera película que nosotros hacíamos. Después de habernos terminado el presupuesto del sonido y que todo estaba al revés y mal, en ese momento por primera vez vieron la película completa en film, antes trabajábamos con carretes. Veíamos sólo cintas y tenías que regresarlas y enrollarlas en las máquinas. Este proceso te distrae de entender el film completo”.

Martín pidió una semana más a los productores para terminar la edición del sonido. Tras varias peripecias, y gracias a la estructura misma de la película con las historias entrecruzadas, lograron finalizar la edición del sonido.

“Cuando veo Amores Perros la sufro mucho porque sigo viendo todas las broncas, huecos e inconsistencias, pero la película es tan buena que aguanta todos los errores”, refiere.

 

No obstante, este sufrimiento se vio coronado cuando recibió el Premio Ariel (el máximo galardón del cine mexicano) por la edición de sonido.

«Después de la experiencia aprendes que tienes que seguir cometiendo errores. Esperas cometer menos y sigues aprendiendo y cometiéndolos, porque es una parte natural del proceso de aprendizaje. Por mis limitaciones y porque me quiero meter en problemas adrede, me pasan errores. Quiero explorar de qué otra forma se puede hacer el sonido, entonces lógicamente te expones».

«Ahora soy más prudente y singularmente más viejo. Sí, sigo un camino, pero al mismo tiempo no quiero que siempre haya un camino fácil. Prefiero que sea así, a la resignación de seguir un camino que sabes que funciona. Hay que tener una combinación de la fórmula y la antifórmula».

Track 3: Hollywood

Martín Hernández considera que Hollywood per se no existe, sino que existen directores y producciones cinematográficas. En este sentido, la propuesta fílmica de Alejandro González Iñárritu refrescó la forma en cómo se venían contando historias, y lo hizo desde Amores Perros.

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Uno de los personajes hollywoodenses que reconoció el trabajo de Alejandro y Martín desde un inicio fue Sean Penn, quien se hizo fan de Amores Perros, la cual logró en 2001 la nominación al Óscar como mejor película extranjera. Iñárritu invitó a Penn a participar en 21 Gramos (2003) y Hernández de nuevo fue el encargado del sonido, ahora con mucho más experiencia y con toda la confianza de su amigo, El Negro.

Por su trabajo sonoro en 21 Gramos, Sean Penn invitó a Martín Hernández a supervisar el sonido de la película Into The Wild (2007), que el mismo Penn dirigió.

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Antes, Guillermo de Toro le confió el diseño sonoro de El Laberinto del Fauno (2006), y por ese trabajo, Martín se llevó el Goya (máximo reconocimiento cinematográfico en España). Casi al mismo tiempo, González Iñárritu ya le estaba llamando para hacer el sonido de Babel (2006). Desde entonces, no ha dejado de ser requerido para sonorizar películas tanto en Hollywood como en el cine mexicano y ahora en el cine chino.

«El proyecto que me tiene aquí (en China), estoy positivamente seguro de que tendrá otro nivel de aprendizaje, otras complejidades que tienen que ver con la cultura, el lenguaje, con el tipo de película. Es un reto que me emociona y me pone en un lugar inseguro, en el mejor de los sentidos, para sentir esa emoción sin abandonar la experiencia y traer esa seguridad al proyecto», refiere.

Track 4: diseño sonoro

Martín Hernández es un amante de la música, de hecho, él se califica como un músico frustrado y gracias a los sonidos es como ha mantenido su cercanía con el mundo musical.

«Mi forma de entender la música es a través de lo que hago, que afortunadamente también se utiliza la música».

El proceso para diseñar el sonido de una película depende del género y del momento de la producción en que es asignado el trabajo, explica.

«Hay películas en las que no he llegado al guión, sino al corte inicial. En otras llego al corte final. Hay películas en las que es importante llegar al guión, porque ya existe una intención del sonido, ya viene específicamente claro cuál es el panorama, pero hay guiones donde no es así. Se habla de los personajes, del ambiente, pero no del sonido. Hay directores que dejan eso para otro proceso, no porque no les importe, sino porque trabajan distinto. En cambio, otros ya estipulan los patrones de la conducta sonora».

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«Si tengo la fortuna de trabajar en una película con un rango de importancia para el sonido y tengo el guión, sobre todo como la de Guillermo del Toro, que es de fantasía, necesitas tiempo para crear la materia prima. (Por ejemplo) Guillermo te dice que el fauno es como un viejo árbol, y también es un animal y pertenece al bosque. Se mueve como un árbol pero también es una cabra. Tienes que investigar una mezcla de cabra, de bosque, de hierba, de madera y lo mismo con los demás personajes: las hadas, el sapo, el hombre pálido. Necesitas tiempo para generar la materia prima del sonido. No sales a grabar a un hombre pálido o a un hada. Y tuvimos ese tiempo con el Laberinto«.babel

«Pero no era la misma demanda para Babel. No tenías que inventar el sonido de Tokyo, sino ir y grabarlo y ver cómo esas grabaciones tienen que ver con la historia. El sonido de Babel no está en el guión. En cambio, el sonido de Birdman sí está en el guión. Es el mismo director, pero son cosas complemente distintas».

Alejandro González Iñárritu, como pocos directores, se siente muy cómodo haciendo películas completamente distintas.

«Yo no sé cómo pasas de Biutiful a Birdman. Él va de un lado a otro con una comodidad que pocos directores podrían tener», comenta.

«Yo me siento cómodo con el reto de esa incomodidad y brincando entre los géneros porque yo disfruto el cine de cualquier género, si está bien hecho. Hay un tipo de cine que disfruto más, claro. Cualquier historia bien escrita, bien narrada, contada, actuada, con ese rigor, el género es lo de menos. Con Birdman llegué al guión. Le dije a Alejandro: esta es una película de las que nunca has hecho».

Para Martín, el cine de Alejandro es emocional, impulsivo y lo va descubriendo conforme lo edita, sin embargo, en Birdman todo estaba calculado desde el guión, que de no seguir el patrón del sonido, la película podía perder su efecto visual.

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¡Qué cabrón es este güey!,— expresa con toda confianza y admiración sobre Alejandro—hizo una película exactamente al revés, con el rigor de ensayar cada escena… esa manera que tiene para entender el cine. Muchos directores han hecho cine toda su vida, pero no podrían cambiar y hacer un tipo de cine a otro. El Negro lo hizo y le salió de poca madre.

— Qué lluvia tan fantástica está cayendo—Martín interrumpe la conversación por el estruendo de la tormenta que se escucha en la noche en Beijing, justo al momento de la entrevista.

La lluvia arrecia. El sonido del agua ambienta la voz de Martín y comienza a gotear donde nos encontramos, sentados en el sofá de la cafetería. Él, preocupado por la calidad del audio y porque no terminemos mojados, pausa la grabadora para cambiarnos de lugar y continuar la conversación, a salvo de las goteras.

En la película El Renacido (2015), la que le dio su segunda nominación al Óscar, originalmente Martín Hernández no iba a participar. De hecho, sería la primera vez en la que no colaboraría en una cinta de Alejandro.

El director pensaba filmar primero El Renacido y después Birdman, pero complicaciones en la logística de los actores invirtió el orden. Martín Hernández quería permanecer en la Ciudad de México, cerca de su familia, y había recibido una oferta de trabajo.

Si no podía sumarse al proyecto, Alejandro le pidió que le recomendara a supervisores de sonido, pero en ese momento todos los que conocía Martín estaban ocupados, aunque ellos querían trabajar con el director mexicano, dado su prestigio.

De este modo, Lon Bender asumió la supervisión del sonido de El Renacido. Sin embargo, en algún momento de la producción, la comunicación entre Iñárritu y Bender se interrumpió. Las cosas no funcionaban como lo esperaba el director.

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«Todos los colaboradores de una película somos traductores de la emoción y las decisiones del director. Los actores, el director de fotografía, guionistas, sonidistas, traducen en su respectiva área la idea que se genera en la subjetividad del director. Y si no hay una traducción se rompe la razón primigenia por la cual me trajiste. Se rompe porque no podemos platicar tú y yo, y al no entendernos, no hay nada en medio de nosotros», explica.

Martín se involucró en El Renacido para traducir las ideas de Alejandro en sonidos. El trabajo era excesivo y Martín no tenía el tiempo necesario para terminar a tiempo los plazos de la producción, así es que pidió ayuda a Randy Thom, quien se encargó de la escena del ataque del oso, la cual fue generada por computadora.

En esta cinta, los sonidos de los actores, sus respiraciones, sus gritos y la lucha del personaje Hugh Glass (Leonardo Di Caprio) con las inclemencias del clima, juegan un papel fundamental en el dramatismo de la historia. Martín y Randy se pasaron cuatro meses en el estudio, trabajando jornadas de 7 días por 12 horas para llegar al plazo de entrega de la posproducción.

La intensidad del trabajo tuvo sus frutos: llegaron los elogios por el sonido de El Renacido porque lograron un efecto envolvente junto a las tomas de la cámara de 360 grados. Los sonidos de los objetos se anuncian antes de que aparezcan en la pantalla y se mantienen aún cuando no son visibles. Con este trabajo, Martín Hernández confirmó por qué es uno de los mejores sonidistas del mundo.

Track 5: de regreso a la radio

Tras 17 años de ausencia, Martín Hernández anunció en 2014 que regresaba a la radio, ahora a un programa informativo matutino llamado Así las Cosas, en la misma frecuencia, 96.9 de FM, en la que debutó. Pero su regreso fue un fracaso en el plano personal, no así en el profesional.

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«Por un lado no calculé bien mi fuerza. No es lo mismo tener 30 años y acostarte a las 11 de la noche y levantarte a las 4 de la mañana, que tener 50. La radio es una chamba muy demandante, muy celosa que tienes que estar full time. Tenía que quedarme en la estación y prepararme, porque no estaba preparado para el tipo de radio que estábamos haciendo. Tenía que estudiar y producir como yo lo hacía antes, y seguir para el programa siguiente. Pensé que podría acabar el programa e irme a seguir haciendo el sonido de las películas y acostarme a las 11 de la noche y…pues no. No funciona así y fue un fracaso en ese sentido, pero en otro aprendí. Las cosas salieron bien e iba por un buen camino pero adentro (de la emisora) les comenzó a dar miedo porque comenzamos a incomodar a ciertas personas».

El momento actual que vive la radio, en un mundo hiperconectado a internet, es completamente distinto a la radio con la que Martín Hernández marcó una época. Él considera que en el siglo XXI lo importante no es el medio, sino el mensaje.

«Los contenidos siguen estando ahí, pero donde se exponen es distinto. El formato de la radio se ha vuelto más específico porque la audiencia está más atomizada. Fuera de la radio, la oferta es todo y todo es nada porque no hay una sola fuente de información. Eso está bien, es bueno y es inevitable que las audiencias escojan lo que quieran, cuando quieran y donde quieran, pero el orden es necesario. Las estaciones de radio han generado ese orden haciendo formatos muy estrictos, esquematizados, que funcionan para vender y que la gente entienda. Eso es una gran oportunidad porque a mí me recuerda mucho lo anquilosado que estaba la radio en la década de los 80. Si yo tuviera 30 años, y tiempo, buscaría esa oportunidad porque hay muchísimas cosas que no se están haciendo en la radio, pero se están haciendo de forma atomizada y son esfuerzos aislados y poco contundentes porque no tienen la formalidad de la radio cotidiana».

Incluso con la penetración de internet —considera Martín— la gente sigue oyendo radio y quizás la industria automotriz ha sido el promotor número uno de que se siga escuchando. Ahora son las mañanas cuando la gente la escucha más, pero en sus tiempos como productor, era por las noches.

Track 6: las redes sociales

Si usted busca el perfil de Martín Hernández en Facebook, Twitter o Instagram no lo encontrará y si existe uno, es falso. A él las redes sociales le dan pereza y no tiene tiempo para publicar contenidos.

De hecho, es duro en su crítica al uso de redes sociales: «A mí me da pena, porque soy un poco amargado para sacarme fotos: ‘aquí estoy en China con mi amigo’. Qué chingados le importa a la gente dónde estoy yo, con quién estoy. Me parece un poco patético. La gente puede hacer lo que quiera, de repente me pongo muy dogmático, pero a mí no me sirve de nada y yo no le sirvo de nada ahí (en las redes sociales), menos en Twitter”.

Track 7: la tecnología en el diseño sonoro

Con el avance tecnológico digital, prácticamente los directores de cine pueden crear cualquier universo audiovisual, pero qué diferencias existen respecto al proceso analógico de producción.

«Estoy positivamente convencido de que la tecnología hoy no ha logrado hacer llegar las ideas de los directores más lejos que antes. No lo creo. Al contrario, en la historia del cine hay películas que han llegado mucho más lejos que cualquier película contemporánea, con mucho menos tecnología y recursos».

«Como ejemplo, yo no creo que puedas contar la historia de El Gabinete del Doctor Caligary porque no es un tema de tecnología, sino de talento e interpretación y es una historia que no puede contarse hoy en día porque la destruyes. La tecnología no te garantiza que tus ideas sí podrán ser lo que querías que fueran. Las ideas son lo que el director quiere, con la tecnología que existe en el momento, o se las arreglan para contar lo que quieren, porque eso es lo que hace un director. Y yo, en el sonido, tengo que estar atento a eso y afortunadamente el talento no depende nada de la tecnología».

Track 8: los sonidos de China

Desde su participación en El Laberinto del Fauno, Martín Hernández no había incursionado en el género de fantasía. Con Asura, una película de fantasía épica, el sonido debe centrarse en las escenas de acción.

«Lo más interesante del reto (en esta película) es que está manufacturada en China, con talento chino y en mandarín. Todos en la producción estamos buscando un estándar muy alto para que tú veas este film como cualquier película mundial. El director Zhang Peng lo tiene muy claro y el guión especifica muy bien de qué se trata el género».

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Él busca transgredir sonoramente el género de fantasía sin fracasar en el intento. Crear su propio sello sin perder de vista las reglas o convenciones que implican este tipo de cintas.

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«Es la película más ambiciosa del cine chino hasta la fecha y además es una película de tiempo extenso, con muchos efectos visuales, con mucho tiempo de posproducción porque es muy demandante, y yo tengo que estar a la par de esta demanda visual».

Fuera de su trabajo, hablando de los sonidos de la calle y de cómo se escucha Beijing, Martín encuentra un parecido con los sonidos de la Ciudad de México. Aunque al mismo tiempo es una jungla completamente distinta, refiere. Le gustaría hacer un film sobre ello, pero no podrá hacerlo por ahora. Asura es una historia que requiere crear sonidos de otro mundo.

Track 9: los jóvenes

Martín Hernández no se anda con medias tintas cuando le preguntan cuál es el consejo que daría a los jóvenes. Él responde, gustosamente, lo mismo en cada entrevista: tienen que leer y escribir.

«No podemos comunicar ninguna idea si no la podemos organizar. Y la única razón por la cual no podemos organizarla es porque no tienes las palabras adecuadas y la estructura gramatical que potencialice la idea. No es que no podamos, es que no sabemos cómo, y esa es la limitación que determina el avance de la humanidad, no la tecnología».

«Si hoy tomas el libro de Los Miserables y lees cómo escribía Víctor Hugo, obviamente en Francia no se hablaba así en esa época, pero si ves cómo hablan los personajes y te das cuenta del potencial de las ideas y cómo se potencian a través del lenguaje, pensarías: ¡Carajo, vamos en retroceso! No ha habido avance, estamos regresando a la época de las cavernas, de hablar ahora con símbolos y con señas porque no entendemos nada. Si tú te das cuenta qué momento tan glorioso de la expresión hemos dejado atrás, es preocupante porque es parte del progreso. Todo lo demás está bien, el avance de la ciencia y la tecnología, y debe existir, pero no puedes tener una cosa sin la otra, porque es una pérdida y toda pérdida es lamentable».

«A los jóvenes cada vez les cuesta más trabajo compartir una idea, no porque no las tengan o sean idiotas, sino porque no tienen las herramientas adecuadas para expresar lo que realmente quieren decir y eso, como lo veas, es un retroceso».

«En el mundo, en general, la pérdida de la capacidad del discurso es un retroceso de la humanidad. Hay que regresar a leer y escribir. Si no haces eso, no puedes ser el traductor de la idea del director. No puedo tener una conversación si no puedo explicarle claramente cuál es mi idea, y no lo voy a hacer sólo a través de sonidos. Es más, la única forma en que puedo estructurar mis ideas sonoras es porque las concibo verbal y gramaticalmente, aunque parezca que nada tiene que ver una cosa con la otra».

Los sonidos de Martín Hernández inician por la expresión escrita.

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