El canal es el mensaje: el dominio de las plataformas digitales sobre los medios de comunicación

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Si Marshall McLuhan viviera, replantearía su célebre aforismo “el medio es el mensaje” por “el canal es el mensaje”, ello ante el dominio que las plataformas digitales ejercen sobre los medios de comunicación.

No hay duda de que internet es una poderosa herramienta que otorga a las personas capacidades expresivas ilimitadas.  Desde 2007, a partir del desarrollo de la web 2.0, comenzó a popularizarse el término prosumidor  a fin de ilustrar  la capacidad dual de las personas para consumir y producir contenidos. A 10 años de distancia esto ya no es una novedad, si no un lugar común.

Sin embargo, internet no es la tierra prometida de la que se habló en el Siglo XX; en la que transitaríamos de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento. Estamos hiperinformados pero no somos hiperconocedores y sí estamos hipervigilados.

Se ha magnificado el pensamiento simplista y la ignorancia sobre los temas públicos debido a la disminución de la capacidad de concentración por la distracción constante  con el uso los dispositivos móviles (smartphones, gadgets).

Más que leer, escaneamos la abundante información que recibimos diariamente y esto afecta también el desarrollo del pensamiento crítico, sobre todo entre los más jóvenes. La merma en la capacidad de lectura y el análisis de la información conlleva a la difusión de la información falsa (fake news).

De los millones de posts que son compartidos diariamente, sólo algunos captan la atención. En promedio, la gente que hace clic en algún contenido pasa sólo 15 segundos en el sitio, según reveló un estudio de la revista Time. Compartir un artículo e incluso hacer clic no es garantía de que éste sea leído. Medir el impacto del contenido por el número de clics,  de veces compartidas o reproducciones, es un espejismo. El dato que vale es el tiempo que pasa la gente en el sitio. La atención en internet es el bien más preciado porque es el más escaso.

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En 2016 apareció un nuevo concepto, la posverdad, y fue seleccionada como la palabra del año por el Diccionario Oxford, porque define cómo los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, comparado con los llamamientos a las emociones y las creencias personales.

«Todo el fenómeno de la posverdad es sobre: ‘Mi opinión vale más que los hechos’. Es sobre cómo me siento respecto de algo», considera el filósofo británico A.C. Grayling. Un patrón psicológico juega en este fenómeno. Diversos estudios han demostrado que las personas suelen privilegiar la lectura de contenidos o noticias que están más acorde con sus ideas, sobre las informaciones que contradicen sus puntos de vista.

Ante ese panorama, la posverdad presenta falacias que el público está predispuesto a creer justamente por el consumo acrítico de la información. Ello está afectando la valoración objetiva de los acontecimientos de la vida pública.

Existe una preocupante tendencia alrededor del mundo de que los actores políticos (gobiernos y partidos) están recurriendo constantemente a la difusión de noticias falsas para manipular la opinión pública e influir en procesos electorales.  Aunque el fenómeno de la desinformación tampoco es un mal de nuestro tiempo, se han ampliado sus alcances a partir de la instantánea difusión de estos contenidos en la red.  Nunca antes había resultado relativamente fácil y barato manipular a la opinión pública mediante la diseminación de posverdades en las redes sociales,  las cuales se han convertido en el espacio público preponderante de nuestro tiempo. Lo demuestra el profesor de la Universidad de Oxford, Philip N. Howard,  en su estudio “Troops, Trolls and Troublemakers: A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation.”

Hoy más que nunca se requiere de los medios informativos y del periodismo de calidad, con reportes informativos basados en los hechos, verificados y verificables,  de lo contrario, las sociedades democráticas corren el riesgo de basar sus decisiones en falsedades: ya ocurrió con el Brexit y en la elección de los Estados Unidos, por citar los casos más conocidos.

Paradójicamente a la necesidad de contar con mejores espacios informativos, los medios noticiosos están luchando para mantenerse a flote como industrias. La caída de los anunciantes está mermando su capacidad de producir información de primera mano. El periodismo de calidad cuesta, pero pocos están dispuestos a pagarlo.

Los medios de comunicación están quedando supeditados a las plataformas digitales. Un escenario que hace algunos años nadie habría imaginado. No sólo es un asunto del viejo modelo de comunicación de masas y de quienes controlaban los accesos informativos, si no del nuevo modelo del dominio de internet.

Internet es un espacio democratizador en tanto que todas las personas con acceso a una conexión digital pueden participar en él como prosumidores, sin embargo, en términos de negocio se ha convertido en un espacio lucrativo sólo para unos cuantos jugadores. En palabras de Andrew Keen, autor del libro Internet no es la respuesta (2016),  en la red no hay ganancias compartidas, los ganadores se llevan todo.

Las plataformas digitales como Google y Facebook son las que están rentabilizando los contenidos de terceros a partir de la venta de publicidad. Ambas plataformas se han convertido en sinónimo de internet. Dominan abrumadoramente el tráfico en la red. Son las puertas de entrada, las vías por donde todo y todos tenemos que pasar para conectarnos con el mundo digital.

Si el contenido no tiene presencia en esos canales-compañías, prácticamente no existe.

Los datos hablan solos. Facebook posee 65 filiales incluidas WhatsApp Messenger (la segunda aplicación móvil más popular del mundo, detrás de Facebook) e Instagram, la segunda red social más usada en el mundo y está por arriba de Twitter. Como se imagina, la número uno es Facebook.

Veamos a Google, que en 2015 cambió su nombre empresarial a Alphabet. A lo largo de su historia ha comprado más de 200 compañías. La adquisición  más reciente fue la empresa Halli Labs, (julio de 2017) especializada en Inteligencia artificial. Entre las filiales de Alphabet se encuentran Youtube, la plataforma más popular de videos a nivel global y Android, el sistema operativo (SO) para teléfonos móviles más usado del mundo, y que este año terminó con el reinado de Microsoft Windows como el (SO) que usa la gente para conectarse a la red. Esto es un parteaguas en la historia de la tecnología computacional que pasó desapercibido para muchos.

El internet del Siglo XXI está en los teléfonos celulares y los dispositivos móviles. Conectarse con la computadora está quedando como algo del pasado o bien sólo se usa en los ambientes laborales y escolares. Si en el Siglo XX Estados Unidos fue el primer país que logró el mayor acceso a internet con el uso de computadoras, China es ahora el país con el mayor número de internautas conectados con sus teléfonos. De los 743 millones de internautas chinos, el 95% se conecta vía móvil. Hay casos en que las personas nunca han utilizado una computadora, su experiencia en la red está en su teléfono.

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Ante estas transformaciones y cambios en el panorama tecnológico y mediático, la revisión del pensamiento de Marshall McLuhan nos permite entender y darle un sentido a lo que estamos viviendo.

McLuhan no atestiguó el desarrollo de internet, falleció 20 años antes de su invención. Desarrolló su pensamiento durante el reinado de la televisión, en la década de los 60 del siglo pasado, y aunque en su momento se convirtió en una celebridad que ofrecía entrevistas en radio y televisión; incluso actuó en la película de Woody Allen, Annie Hill, tras su muerte, en 1980, sus postulados fueron ignorados, o bien incomprendidos. Hasta que en los 90 apareció la world wide web, el mundo académico y tecnológico regresó a la revisión de McLuhan

Recientemente McLuhan fue conmemorado en el 106 aniversario de su natalicio.  Google le dedicó un doodle que derivó en una serie de artículos de prensa en los que se le recordó como el hombre visionario de la era digital, adelantado a su tiempo, quien predijo internet en su concepto de la aldea global.  Sin embargo, más allá de decir que fue el profeta de internet, se requiere un análisis de cómo sus ideas encajan en los nuevos contextos digitales.

El tiempo le dio la razón y por ello hoy se ha convertido en un autor vigente e indispensable para entender nuestro entorno mediático.

Revisaremos sus ideas en la segunda entrega de este artículo y explicaremos, siguiendo los postulados mcluhianos, que si el canal es más preponderante que el medio y el medio es más preponderante que el contenido, entonces, el canal se ha convertido en el mensaje.

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