La salida de Estados Unidos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) no es una sorpresa, y corrobora la animadversión hacia el multilateralismo que ha adoptado la política exterior de la actual administración.
No es la primera vez que la mayor potencia del mundo sale de la Unesco. La primera fue en 1984, en la era de Ronald Reagan. Se mantuvo ausente por 19 años hasta su regreso en 2003, con George W. Bush. En su momento, EUA fue el país que aportó el mayor financiamiento a la Unesco, hasta un 22%, seguido por Japón, con 9,6 % y China, 7%.
Ahora, bajo la administración de Trump, EUA pone fin a una etapa de cooperación multilateral. Según la postura oficial, se retira de la Unesco por la deuda creciente que tiene con el organismo, ya que desde 2011 dejó de pagar su contribuciones. Ese año la Unesco aprobó la adhesión de Palestina como miembro con pleno derecho, en contra de la opinión estadounidense, que en protesta decidió suspender sus aportaciones económicas, bajo el argumento de que por ley no podía contribuir a una organización que reconocía implícitamente la existencia de un Estado palestino. En 2014 la Unesco le retiró a EUA su derecho a voto por no pagar su deuda.
El gobierno estadounidense considera que la UNESCO necesita reformarse, y observa un sesgo que éste ha tenido contra Israel, país que también anunció su salida, ya que diversas resoluciones han condenado la forma en cómo las autoridades israelíes gestionan los sitios arqueológicos en Jerusalén.
Sin embargo, Estados Unidos no se va del todo, ya que manifestó su intención de mantenerse como un miembro observador.
Para entender el presente hay que revisar el pasado. Vale la pena regresar a la historia y conocer cómo fue la primera vez que la mayor potencia del mundo se retiró de la Unesco.
Una disputa por el orden informativo global
En 1980, en la 21ª Conferencia General de la Unesco se aprobó con los votos de los países en desarrollo y la entonces Unión Soviética, y la reserva de los países desarrollados, encabezados por Estados Unidos, Reino Unido y Europa Occidental, el informe Un sólo mundo, voces múltiples, conocido como el «informe MacBride» porque fue coordinado por Sean MacBride, ex ministro irlandés de Asuntos Exteriores y Premio Nobel de la Paz.
El documento planteaba establecer un Nuevo Orden Informativo Internacional (NOII) a fin de equilibrar el flujo de la comunicación entre los países desarrollados y en vías de desarrollo.
El estudio contenido en el informe fue realizado en 29 países, entre 1978 y 1979, y reveló que el 80% de la información internacional se producía en París, Nueva York y Londres, ciudades sedes de las cuatro grandes agencias de noticias. Agence France Presse (AFP) de Francia, Associated Press (AP) y United Press (UP) de Estados Unidos y Reuters del Reino Unido.
Se estimaba que estas agencias sólo destinaban entre el 10 y 30% de sus historias a los países en desarrollo. Como ejemplo, el estudio citaba que la agencia AP enviaba 90 mil palabras diarias a Asia, mientras que de esta región sólo recibía 19 mil palabras para su distribución mundial.
Cuando las agencias reportaban sobre los países en desarrollo, en general eran imágenes distorsionadas y aspectos negativos como guerras, golpes de Estado, entre otros tópicos, y poco se hablaba de los esfuerzos que estas naciones hacían para avanzar en la solución de sus problemas.
El informe señalaba también que los países desarrollados y las empresas transnacionales disfrutaban de los avances en las tecnologías de información y comunicación, de los cuales ejercían un monopolio y no eran compartidos con los países menos desarrollados o se daba una relación de dependencia. Esto permitía a las audiencias de los países desarrollados estar mejor informadas en relación con las de los países en desarrollo.
El reporte apuntaba que el crecimiento de la desigualdad en los países en desarrollo entre minorías ricas y mayorías pobres polarizaba el acceso a la información y tenía una repercusión directa en el mercado informativo al reducir la oferta y la demanda. En consecuencia, los periódicos en estos países tienen una circulación limitada y no pueden pagar corresponsalías dentro de su propio país, mucho menos en el extranjero, por lo que utilizaban fuentes gubernamentales para las noticias locales y las agencias noticiosas para la información internacional.
Para subsanar estos desequilibiros, el Informe recomendaba adoptar políticas nacionales de comunicación coherentes con la constitución de un Nuevo Orden Mundial de Información y Comunicación (NOMIC) en la búsqueda de un equilibrio entre las naciones.
Se planteaba fijar mecanismos internacionales para revisar la cobertura de las agencias noticiosas internacionales. Uno de los puntos medulares sugería que las noticias no deberían plantearse en términos de mercancías para el consumo del mercado. Se criticaba que las agencias noticiosas, al vender y comercializar sus servicios de recopilación de hechos y producción de reportajes, así como la evaluación de los mismos, modificaban la naturaleza e importancia relativa e los sucesos, ya que un hecho, para que sea noticia debe presentarse en una forma «vendible». En consecuencia, los acontecimientos que no son vendibles no son noticia porque no interesan al mercado dominante, por ende, no se reportan.
Estados Unidos, bajo el gobierno de Ronald Reagan, acusó que el Informe MacBride atentaba contra la libertad de expresión. Consideraba que el organismo estaba politizado (recordemos que eran tiempos de la Guerra Fría) y que era hostil hacia «las instituciones básicas de una sociedad libre, especialmente contra el libre mercado y la libertad de prensa».
Por otro lado, el acceso universal a las tecnologías, que sugería el informe, iba en contra de los intereses de las compañías y los productores de contenidos mediáticos.
En consecuencia, en 1984 Estados Unidos anunció su salida de la Unesco. Esto marcó el fracaso de las recomendaciones del informe y su búsqueda por un nuevo orden informativo. Desde entonces el debate no se ha vuelto a plantear en la ONU. A 37 años del Informe MacBride, los desequilibrios informativos subsisten, pero se ha reducido la brecha de los flujos noticiosos.
La expansión de la conectividad a internet y el desarrollo de las tecnologías digitales ha posibilitado un mayor acceso a la información alrededor del mundo. Ya no es un privilegio de los países más países industrializados.
Han surgido nuevos jugadores en la arena de la difusión de noticias internacionales. como ejemplo, la cadena televisiva de noticias árabe Al-Jazeera rompió el duopolio informativo de CNN y BBC, y ahora es la tercera cadena más grande que transmite en inglés.
Otro nuevo jugador en la difusión de noticias internacionales son los ciudadanos, quienes con sus dispositivos móviles potencialmente pueden convertirse en periodistas y generar contenidos en blogs, microblogs o redes sociales. No obstante, sus reportes se ven limitados por las barreras del idioma, ya que si no se producen en inglés, es difícil que dichos contenidos puedan circular fuera de sus comunidades lingüísticas.
Pero cuando se trata de noticias internacionales, las agencias informativas privadas siguen siendo los principales referentes informativos.