Se conoce como spoiler al acto de revelar información sobre la trama de una historia —película, serie de televisión, novela, cómic o cualquier otro contenido mediático— que puede afectar la experiencia de entretenimiento de una persona al conocer, de forma involuntaria, detalles que arruinan el efecto sorpresivo de algo que aún no ha visto, leído o escuchado.
Si bien la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) recomienda el uso del verbo “destripar” como alternativa a “hacer spoiler”, esta expresión no satisface en todos los contextos la connotación de la palabra inglesa. En todo caso, spoiler podría castellanizarse como “espóiler” cuyo plural, “espóileres”, son formas correctas según la misma Fundéu. Espoilear, aunque tiene un uso minoritario, podría emplearse como en los casos de escanear o tuitear, por mencionar algunas palabras derivadas del inglés que han sido plenamente aceptadas en español.
Conocer el desenlace de una historia o detalles clave de la trama resulta frustrante para aquellos que han sido expuestos al espóiler. Se considera algo negativo porque, por un lado, arruina la experiencia en el consumo de contenidos mediáticos de entretenimiento, donde el suspenso y la sorpresa han sido anulados, y por otro, da al traste con la intencionalidad narrativa del autor.
El fenómeno del espóiler no es nuevo; ha estado presente en la era pre-internet, principalmente en reseñas de periódicos, revistas, programas de televisión, de radio o incluso en conversaciones interpersonales, pero ha cobrado una mayor dimensión en internet con el uso generalizado de redes sociales, donde la abundancia de la información provoca que prácticamente estemos expuestos al espóiler todo el tiempo.
Algunos medios de comunicación, blogs y usuarios de redes sociales suelen advertir de la presencia de espóiler en sus textos o comentarios con frases como “alerta spoiler” o la etiqueta (hashtag) “spoiler”, como una forma de consideración hacia las audiencias. Incluso se han desarrollado aplicaciones antiespóiler para que que los usuarios bloqueen de forma personalizada contenidos indeseados sobre sus series y películas favoritas.
Por sentido común, se piensa que las personas prefieren contenidos de entretenimiento en los que desconocen el final o los elementos clave de la historia. Sin embargo, en los hechos las opciones no son tan claras. Diversos estudios han arrojado resultados contrapuestos. Se sostiene que el espóiler no siempre es negativo, ya que permite al espectador poner atención en otros aspectos del contenido mediático que van más allá de la anécdota, es decir, de la historia en sí misma. En una película, por ejemplo, la atención del espectador quizás esté fijada en la actuación, la música, la fotografía y la escenificación. En historias con un alto grado de complejidad, el espóiler ayuda al público a entender mejor la trama.
La experiencia del consumo de contenidos mediáticos de entretenimiento es multidimensional
No obstante que se haya arruinado con un espóiler el efecto sorpresa de una historia, esto no es un motivo suficiente para que las personas se abstengan de consumirla. La experiencia del disfrute de contenidos mediáticos de entretenimiento es multidimensional. La Teoría de Usos y Gratificaciones detalla por lo menos siete dimensiones:
1. Emoción. El sentimiento que produce el contenido.
2. Impresión duradera. Si el contenido es recordado y deja una impresión en el mediano y largo plazos.
3. Diversión. El grado de diversión que genera la historia.
4. Suspenso. El grado de suspenso, misterio y tensión que mantiene la historia.
5. Transporte Cognitivo. El aprendizaje derivado de la historia
6. Transporte Afectivo. La implicación afectiva con la historia.
7. Transporte de imágenes. La sensación de experimentar la historia como si estuviera en el lugar.
¿Por qué nos gusta un determinado tipo de historia y no otra? ¿Qué provoca que una persona se convierta en fan de un universo narrativo al grado de integrarlo en la construcción de su propia identidad personal? La actitud hacia un contenido mediático genera en el público tres componentes: cognitivo, afectivo y conductual. La expectativa hacia una determinada historia lleva al espectador a tomar acciones para evitar el espóiler. También es cierto que hay quienes prefieren conocer los detalles de la trama para comprenderla. El espóiler pese a su connotación negativa, en la práctica, como se ha visto, también tiene aspectos positivos que ayudan a apreciar el contenido mediático.
Cuando el espectador entiende una historia de forma fácil es más probable que experimente una sensación de confianza, lo que incrementa su grado de transporte cognitivo y afectivo, es decir, su grado de inmersión en la historia. Por el contrario, cuando el espectador no comprende la historia, el efecto de inmersión no se logra del todo, porque la atención cognitiva se superpone a la emotiva. Es decir, estamos más atentos en entender más que en sentir la historia. El éxito de las telenovelas, pese a que son repetitivas en presentar la historia de amor tipo cenicienta, radica en que apelan a las emociones. Por el contrario, la lectura de un autor como Borges requiere de un mayor proceso de pensamiento, porque apela a la razón, más que al sentimiento.
El espóiler también tiene aspectos positivos que ayudan al espectador apreciar mejor el contenido mediático.
Es común que las personas expresen que no les gusta una película sólo porque no logran entender la trama. Esto explica el porqué se prefiere el consumo de historias con tramas sencillas, es decir, las llamadas películas comerciales a diferencia de las llamadas películas de arte, que requieren del espectador un mayor grado de compromiso cognitivo para entender la historia. En ambos casos, el espóiler puede funcionar para mejorar el entendimiento. En un thriller policiaco en ocasiones no siempre lo más importante es saber quién es el asesino, sino cómo se cometió el crimen y las pistas para dar con el culpable, No interesa tanto saber que el protagonista murió, sino por qué murió.
Los efectos de los espóileres en los espectadores varían en función de las preferencias de consumo mediático de cada persona, así como del grado de implicación con la historia en cuestión. Incluso existe un componente psicológico. Aquellas personas con necesidades cognitivas —quienes disfrutan actividades que requieren de pensar— buscan entender por sí mismas las historias como una afirmación de su autonomía; evitan el espóiler y sienten frustración cuando están expuestos a uno. Les gusta armar el rompecabezas sin ayuda. Por el contrario, las personas con necesidades afectivas—quienes disfrutan actividades que producen emociones y estados de ánimo— optan por conocer detalles de las historias para entender mejor el contenido y de este modo ahorrarse el proceso cognitivo. Son impacientes con los rompecabezas y prefieren recibir ayuda para apreciar el todo y no cada pieza.
Dado que cualquier contenido mediático conlleva una experiencia multidimensional, siempre habrá algo que capte nuestro interés y permite que descubramos nuevos elementos en las historias que antes no habíamos percibido. Hay personas que disfrutan al ver la misma película: ríen o lloran con determinada escena, pese a que ya saben lo que va a pasar.
En una era hiperinformada, los espóileres son prácticamente inevitables. El consumo mediático de una persona puede ser tan complejo o simple como la historia misma. Esto genera distintos tipos de gratificaciones cuando optamos por los contenidos de entretenimiento mediático.
Referencias:
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