Inició 2019 con la tradicional lluvia de propósitos de año nuevo que millones de personas se aprestan a cumplir.
Dejar de tomar Coca Cola, dejar de fumar, hacer ejercicio, terminar la tesis, ponerse a dieta, aprender inglés, ahorrar, ser mejor persona son algunas de las innumerables metas que las personas se fijan con toda la motivación y los nuevos bríos que aporta el inicio de año, pero que conforme avanzan los días y los meses se van desinflando para caer en el terreno de los buenos deseos.
Los gimnasios son un buen laboratorio social para atestiguar lo que ocurre. Las estadísticas de los mercadólogos muestran que es altamente probable que si las personas se inscriben en enero, dejarán de asistir para marzo. En ese mes pierden al 60% de sus miembros. Por ello, algunos gimnasios penalizan a aquellos entusiastas que inician con toda la energía haciendo abdominales pero desisten de seguir sus rutinas. Sin embargo, ni penalizando a los clientes con pagos extras logran frenar la deserción.
La motivación no es suficiente para concretar nuestros propósitos. Existe otro componente que pasamos por alto y que los psicólogos han descubierto como el principal factor para cumplir cualquier meta que nos fijemos. El cambio de mentalidad.
Antes de formular cualquier cambio de hábito es primordial cambiar nuestra mentalidad. Es la clave para evitar que la motivación se convierta en frustración por no lograr nuestros objetivos, hecho que encubrimos con una infinidad de justificaciones para no afrontar que fallamos en nuestras promesas.
¿Por qué debemos esperar cada primero de enero para iniciar un cambio y no iniciarlo en cualquier momento?
Quienes llevan sus propósitos al terreno de las realidades son las personas que han cambiado su forma de pensar, porque cambiar de hábito para lograr los resultados deseados requiere mucho más que motivación.
Cambiar nuestra mentalidad es complejo, conlleva, antes que nada, reconocer nuestros límites y deficiencias. No es un asunto de echarle ganas. Cuando nos motivamos bajo la premisa de que podemos hacer todo lo que nos proponemos, nos estamos poniendo una soga al cuello. Nos fijamos estándares de excelencia y compromiso que difícilmente alcanzamos. Al anclar nuestra mentalidad en un objetivo tratamos de probarnos a nosotros mismos que todo lo podemos hacer. Sin embargo, esta manera de formular los propósitos conlleva una alta autoexpectativa con el riesgo de incumplirse al enfrentar la realidad.
La mentalidad es el motor de nuestras acciones. Y para cambiar la mentalidad se requiere comprender que las cualidades son características que se cultivan mediante esfuerzos personales, estrategias de acción y la ayuda de los demás. Para cambiar una forma de pensar y por ende, de accionar, los componentes sociales y el entorno son tan importantes como las resoluciones internas.
No es cuestión de pensar que se puede lograr todo lo que uno se proponga. No todos pueden ser Beethoven por más que practiquen 10 horas diarias con el piano. Comprendiendo cuáles son los límites de nuestras habilidades es factible llegar al máximo de las capacidades personales.
Todos tenemos diferentes temperamentos y aptitudes, pero existen tres elementos que nos pueden llevar a los cambios de actitud y mentalidad: la experiencia de vida, la práctica, y el esfuerzo personal.
Un cambio de mentalidad requiere romper con los rituales. De entrada, el hecho mismo de fijarse un propósito de año nuevo es un ritual que conlleva un artificial cambio de mentalidad. ¿Por qué debemos esperar cada primero de enero para iniciar un cambio y no iniciarlo en cualquier momento? Confundimos estar motivados con el pensar de forma distinta.
Los determinismos del “ser” fijados por nosotros mismos, dadas las etiquetas que también recibimos de nuestro entorno, son una camisa de fuerza que nos impide el cambio de mentalidad, por ello los propósitos son incumplidos. “Soy una persona nocturna”, “soy indisciplinado”.
Así como nunca nos bañamos en las mismas aguas del río, tampoco somos los mismos dependiendo las circunstancias en las que nos desenvolvemos, aunque poseemos rasgos de personalidad relativamente permanentes. En esta metáfora, el río es nuestra personalidad, y las aguas que corren en él son nuestras circunstancias, todo el tiempo cambiantes.
“Yo soy yo y mis circunstancias”, frase del filósofo español José Ortega y Gasset que resume los determinismos del ser.
No siempre nuestras resoluciones, por altamente motivadas que estén, se llevarán con éxito a la primera. Lo importante es reconocer que dado que somos personas con limitaciones, las metas fijadas tendrán infinidad de obstáculos. Hay que llevarlas de un plano temporal de realización del corto al mediano y largo plazos. Quizás no logre bajar de peso en dos semanas, pero sí en un mes.
Cambiar las expectativas es la clave para cumplir el propósito y entender que no es sólo un asunto meramente personal, requiere ayuda tanto del entorno como de las demás personas: las circunstancias.
Para dejar de fumar, por ejemplo, se necesita antes que intentar abandonar el vicio, reconocer las situaciones en las que se suele encender un cigarro, identificar el nivel de dependencia física y psicológica. ¿Qué me lleva a fumar? ¿Qué parte es física, psicológica y social?
En el fondo la persona no quiere dejar de fumar, pero sabe que el tabaco merma su salud. Entonces no hay ninguna convicción para dejar el cigarro, simplemente existe una consciencia de que es dañino. Se formula un propósito para dejarlo, pero no hay un cambio de mentalidad. La persona se irá a la tumba fumando, pero con un montón de intentos fallidos por abandonar el tabaco. Caemos en la Profecía del Armadillo, el cómic italiano escrito por Zerocalcare (pseudónimo de Michele Rech).
Se denomina «profecía del armadillo» a cualquier previsión optimista basada en elementos subjetivos e irracionales, disfrazados de lógica y objetividad, y destinada a alimentar penas, decepciones y frustraciones por los siglos de los siglos. Amén.
«Un viaje de diez mil kilómetros empieza por un solo paso”, cita atribuida al filósofo chino Lao-Tse.
Para evitar que cualquier propósito de año nuevo termine en la profecía, debemos reconocer si es que realmente mi forma de pensar ha cambiado lo suficiente para enfrentar el reto y la dificultad que implica emprender la meta propuesta. Reconocer nuestras limitaciones y debilidades nos aporta nuestras fortalezas.
Ser osado, dar el primer paso y un poco de buena suerte nos llevará al camino de los propósitos cumplidos.
Lectura recomendada: Dweck Carol (2007) Mindset The New Psychology of success. Estados Unidos. Random House.