Independientemente de lo que ocurra con Roma en las entregas de premios, la película pasará a la historia como el símbolo de un cambio irreversible en la industria cinematográfica y su modelo de negocio.
La cinta de Alfonso Cuarón, considerada por la revista Time como la mejor de 2018, ha logrado hasta el momento 115 premios en festivales alrededor del mundo, incluidos los Globos de Oro (mejor director y mejor película), el León de Oro de Venecia, y está nominada en 10 categorías de los premios Oscar, además de mejor película extranjera, en representación de México.
Su aclamado recibimiento por la crítica ha dado a Netflix su primer hit en los festivales de cine, lo que consolida su modelo de exhibición streaming, porque además de financiar películas comerciales, la plataforma apuesta por exhibir y producir largometrajes propositivos que difícilmente tendrían la misma proyección en los grandes estudios. Este éxito ha trascendido lo artístico. Ha puesto en los reflectores un tema de fondo: la disputa de Netflix contra el establishment de la industria cinematográfica.
En la conferencia de prensa tras la premiación de los Globos de Oro, el periodista Anthony D’Alessandro de Deadline Hollywood cuestionó a Cuarón sobre los temores de los distribuidores independientes por el éxito de su filme, ya que sienta un precedente negativo para ellos. Una película que principalmente se exhibe en internet sólo requiere proyectarse en un número reducido de salas el tiempo suficiente para calificar y competir en los festivales más importantes del mundo, ganar premios y (si Roma lo consigue, que es altamente probable) alzarse con un Oscar. De este modo, los cineastas tendrían menos incentivos para que sus películas se estrenen en las salas de cine, de acuerdo con D’Alessandro.
“Mi pregunta para ti es —respondió Cuarón al periodista—: ¿En cuántas salas de cine crees que sea exhibida una película mexicana en blanco y negro, en español con diálogos en mixteco, que es un drama sin estrellas? ¿Qué tan grande consideras que sea su estreno? Estoy teniendo un estreno en salas más grande, pero mucho más grande (…) Esta película se estrenó hace más de un mes y todavía se está exhibiendo, lo cual es raro en una película extranjera».
“Creo que es una pregunta muy injusta”,—continuó el cineasta— “¿Por qué no haces una lista de las películas extranjeras de este año y haces una comparativa de su estreno en cines y ves cuánto tiempo han estado exhibiéndose? También mira cuántas de ellas se han visto en 70mm y en qué territorios siguen en cartelera”.
El formato de película de 70 mm (o 65 mm) permite la alta resolución para fotografía fija y cine, en comparación con el formato estándar de 35 mm usado tanto en largometrajes como en publicidad y televisión.
Roma es una película hecha para verse en las salas de cine, porque es donde se aprecia en su justa dimensión el trabajo cinematográfico. Para el sonido se utilizó la más alta tecnología, Dolby Atmos technology. Lo mismo ocurre con la fotografía, considerando que además de ser en blanco y negro, la película se filmó en 65mm con la cámara digital Alexa65.
La fotografía fue realizada por Cuarón, quien originalmente contempló a Emmanuel el “Chivo” Lubezki, pero por cuestiones familiares no se concretó su participación. Cuarón no quería contratar a un fotógrafo anglosajón, por lo que implicaba el tener que explicarle su experiencia de México, por ello tomó la decisión de hacer él mismo el trabajo con la colaboración de Galo Olivares, para cuidar los aspectos que evocaban su propia biografía.
Entonces, ¿cómo llegó la cinta más íntima del laureado director a las manos de Netflix?
La apuesta de Neftlix
Roma fue financiada y producida por Esperanto Filmoj —la empresa fundada por Cuarón— y Participant Media, ésta última aportó el mayor capital de los 15 millones de dólares que costó producirla, según los datos reportados.
Jonathan King, presidente de Participant Media, no le dijo a nadie que la compañía estaba produciendo Roma porque la atención se centró en apoyar a Cuarón en la historia que quería contar, después se ocuparían de la distribución.
Participant Media, de origen estadounidense, se caracteriza por la producción de documentales y películas con contenido social. Fue fundada en 2014 por el millonario Jeff Skoll, quien fue el primer presidente de Ebay y que ahora gasta parte de su fortuna en proyectos filantrópicos. Su productora apela por cr
ear contenidos dirigidos al «consumidor consciente» para tomar acción en diversas problemáticas. Entre sus cintas, algunas multipremiadas, destacan, Spotlight (Oscar mejor película), Fantastic Woman (Oscar mejor película en lengua extranjera) CITIZENFOUR and An Inconvenient Truth (Oscar mejor documental), por mencionar algunas.
Roma es justo el tipo de películas que produce Participan Media, por ello la asociación con Esperanto Filmoj se dio casi de forma natural. Sin embargo, el momento difícil llegaría al vender la película a los distribuidores de Hollywood. Tanto los productores como Cuarón eran conscientes de la complicación de ofrecer una película sin actores famosos, no hablada en inglés, además en blanco y negro, y garantizar su exhibición sin que fuera marginada de las salas con un corto periodo de funciones.
Varias distribuidoras mostraron interés en el filme, pero Netflix se acercó con el plan más ambicioso, fuera de los criterios comerciales, y aceptó las demandas de Cuarón: garantizar que Roma se exhibiera en las salas cinematográficas en el formato 70mm y que compitiera en los principales festivales.
De este modo, Netflix compró los derechos de distribución de Roma y en un viraje en su estrategia de contenidos accedió a que por primera vez una de sus películas se exhibiera en salas cinematográficas antes que en su servicio en línea.
Desde su incursión en el cine, en 2015, Netflix ha abogado porque los estrenos de sus películas sean simultáneos, tanto en salas como en línea, lo que ha generado la oposición de los exhibidores y de la comunidad cinematográfica defensora de la tradición de que el «cine se ve mejor en el cine».
En Estados Unidos y en México, Roma se estrenó en cines el 21 de noviembre, tres semanas antes que en la plataforma. El cambio de Netflix también fue una forma de atraer a las principales cadenas de salas cinematográficas alrededor del mundo para promover el modelo mixto de exhibición. Sin embargo, éstas no cedieron. Como ejemplo, veamos lo ocurrido en México.
Matt Brodile, director de Adquisiciones de Netflix, envió una carta Cinemex y Cinépolis con el fin de invitarles a proyectar Roma. Ambas empresas poseen el 92.8% de la exhibición cinematográfica del país. De las 6,011 salas de cine que existían en México al corte de 2015, según las cifras disponibles, 2 mil 541 eran propiedad de Cinemex y 3 mil 37 de Cinépolis. Al corte del 2017 existían 6 mil 677, esto es 245 más, de acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Cinematografía (Canacine).
A condición de exhibir la película, las cadenas mexicanas pidieron a Netflix posponer el estreno de Roma en su plataforma, y tener más tiempo para proyectarla en las salas.
Cinépolis ofreció donar el 50% de la recaudación a organizaciones sociales vinculadas con la causa del trabajo doméstico, pero el impasse ocurrió porque Netflix no aceptó cambiar el plan de tres semanas para la proyección exclusiva en las salas.
En un comunicado, Cinépolis explicó la decisión de no proyectar Roma, a la que calificó como “una joya de la cinematografía moderna”: (…) ROMA fue vendida a Netflix cuyo modelo de negocio hasta ahora no ha contemplado la exhibición en salas de cine. En todo el mundo, las películas que se exhiben en salas de cine requieren un periodo durante el cual no estén disponibles en otras plataformas o canales. A estos periodos se les conoce coloquialmente como ‘ventanas’. Tanto distribuidores como exhibidores trabajamos a nivel mundial con una ventana de exhibición en salas de cine que dura aproximadamente 90 días”.
En México, la proyección de Roma se programó sólo en 40 salas independientes ubicadas en varios puntos del país; insuficientes para cubrir la demanda ante las altas expectativas generadas por ver la película. Cuarón se lamentó en un tuit que su película tuviera más funciones en otros países como en Polonia, donde se exhibió en 57 salas, o Corea del Sur, con 50. En Estados Unidos fueron 100 y a nivel global se exhibió en 500 salas en 40 países.
Netflix ha subvertido el esquema de distribución y estreno de sus películas, lo que se puede catalogar como la uberización del cine, entendida como la disputa por la transformación de la industria cinematográfica del modelo tradicional a la distribución digital. Es una lucha por el modelo de negocios.
En la citada conferencia de prensa en los Globos de Oro, Cuarón lo clarificó:
«Sólo espero que la discusión entre Netflix y las plataformas en general, y las salas de cine termine. (…) deberían unirse y darse cuenta de que todo lo que estén haciendo en esta discusión está dañando al cine. Ambos pueden elevar al cine, y lo que es más importante, pueden crear diversidad en el cine. Tenemos que ser muy conscientes de que la experiencia en salas se ha vuelto muy gentrificada, con un tipo específico de producto».
La gentrificación del cine
La gentrificación es un concepto usado en sociología para definir el proceso mediante el cual los vecinos de una zona o barrio son desplazados por otros con un mayor poder adquisitivo.
Retomando las palabras de Cuarón, la gentrificación del cine implica el desplazamiento en las salas de cine de las películas de bajo presupuesto por superproducciones enfocadas primordialmente a satisfacer criterios comerciales. Desde hace varios años, las pantallas de Hollywood y de los distribuidores alrededor del mundo han dado mayor cabida películas del mismo estilo, con fórmulas taquilleras en detrimento de otras historias. Como ejemplo baste ver las películas de superhéroes. Previó al boom de las producciones de Marvel y DC, se estrenaban dos películas de este tipo por año. Tan sólo en 2018 se estrenaron 10. Casi todo el año tenemos en estreno una película de este tipo.
Los grandes estudios cinematográficos no apuestan a la diversidad. Esa es la crítica de Cuarón y explica el éxito que tanto él como Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro han logrado con sus películas a nivel global. Han realizado filmes poco convencionales y propositivos. La sociedad cinematográfica se los ha reconocido por ello han merecido el Oscar. Roma no ha sido la excepción.
Netflix ¿el salvador del cine?
Paradójicamente a las críticas de la industria hacia Netflix, a la que acusan de que su modelo afecta la experiencia de ver el cine en la pantalla grande, ha sido justo su apuesta por historias y producciones independientes, que para los estudios resultan poco atractivas, lo que ha abierto la puerta a varios cineastas.
En 2017, el más prestigiado festival de cine del mundo, Cannes, aceptó que dos producciones de Netflix entrarán en la competencia en la edición 70 de los premios: Okja del director surcoreano, Bong Joon-ho y The Meyerowitz Stories del director Noah Baumbach, las cuales tuvieron su estreno mundial en las salas de Cannes y después fueron presentadas al público en streaming.
La selección de estos filmes desencadenó la protesta de los exhibidores franceses, agrupados en la Federación Nacional de Cines. Consideraron que no eran aptas para entrar en la competencia porque no se exhibirían en cines de Francia, sino en internet. Thierry Fremaux, el director artístico de Cannes, casi pierde su trabajo por permitir que compitieran las películas de Netflix.
Pedro Almodóvar, entonces presidente del jurado de Cannes, dijo que sería una paradoja que una película que no puede verse en las salas se llevará la Palma de Oro, por lo que las plataformas deben seguir las reglas del juego de exhibición.
“Mientras yo siga vivo, defenderé algo que muchos jóvenes ahora mismo no conocen, que es la capacidad de hipnosis que tiene una gran pantalla en el espectador. La pantalla donde vemos por primera vez una película no debe formar parte de nuestro mobiliario, sino que nosotros debemos ser diminutos para poder sentirnos dentro de esas imágenes y ser arrastrados por esa historia”, declaró Almodovar para externar su inconformidad.
En cambio, Will Smith, también miembro del jurado, abogó por un modelo distinto: “En casa tengo a jóvenes de 16, 18 y 24 años. Salen al cine un par de veces a la semana y también ven Netflix. No sé en otras casas, pero en mi hogar Netflix no ha tenido absolutamente ningún efecto en lo que van a ver al cine. Van a una sala para maravillarse con las imágenes y también hay otras películas que prefieren ver en casa. Son dos formas completamente diferentes de entretenimiento”.
Dada la presión de los exhibidores franceses, Thierry Fremaux anunció cambios en las reglas para la selección oficial de películas en competencia de 2018, la cuales tendrían que ceñirse a la ley francesa. Según la ley, ningún largometraje puede estar disponible en plataforma alguna hasta 36 meses después de su exhibición en salas de cine. Es decir, por tres años Netflix no podría mostrar a los suscriptores franceses las películas que compitieran en Cannes.
En protesta, Ted Sarandos, jefe de contenidos de Netflix, decidió retirar sus películas del festival, entre ellas Roma y el esperado estreno de The Other Side of the Wind de Orson Welles.
“El festival ha elegido celebrar la distribución en lugar del arte del cine … Estamos eligiendo ser el futuro del cine. Si Cannes elige quedarse en la historia del cine, está bien», criticó Sarandos al manifestar su postura.
De la pantalla grande a la chica
El jefe de contenidos de Netflix considera que han sido los distribuidores quienes han desconectado a las audiencias de las salas de cine.
«No creo que sea amigable para el consumidor que no vive cerca de un cine esperar seis, ocho meses para ver una película. No estoy en desacuerdo en que ir al cine a ver una película es una gran experiencia, pero no creo que emocionalmente sea una experiencia diferente a ver una película en Netflix. Es una experiencia física diferente, sin duda «, según expuso Tarandos en la Conferencia UBS de Medios Globales y Comunicación, celebrada en Nueva York.
Existe la idea romántica de que el primer contacto con el cine es en una sala cinematográfica, pero varios de los cineastas jóvenes y consagrados vieron sus primeras películas en formato beta o vhs. En el mundo digital los jóvenes lo hacen en sus pantallas de computadora e inclusive en sus tabletas.
A la pregunta de Nando Salvá, de El Periódico, sobre si le inquieta el que Roma esté destinada a verse en una pantalla chica, Cuarón respondió:
“Pero, ¿cuándo fue la última vez que vio usted una película de Kurosawa o de Pasolini en una pantalla grande? El destino final del cine es ser visto en pantallas pequeñas. Hay que resignarse a la realidad: que hay una nueva generación que no está interesada en las salas de cine. Y, a pesar de eso, las películas encuentran su camino. Creo que es fundamental que las salas de cine sigan existiendo, pero no acepto que el debate sea reducido a una lucha entre quienes protegen el cine y quienes ven Netflix. No es eso”.
En consideración del cineasta, el que Roma se vea en la pantalla grande es tan importante como el que esté disponible en Netflix para que el público la vea en el momento que quiera y cuando quiera.
Pese a que Cuarón pidió a Netflix y a las distribuidoras a unir esfuerzos y trabajar juntos en beneficio del cine, la batalla está lejos de resolverse.
Los exhibidores demandan exclusividad en los estrenos de las cintas para garantizar la asistencia del público y preservar su modelo de negocio. Los tiempos han cambiado y las personas quieren más opciones para ver películas de estreno desde la comodidad de su casa. El cine se ve mejor en el cine, pero la gente del Siglo XXI también ama la pantalla chica.
Roma ha demostrado que una película no comercial puede suscitar el interés del gran público. La industria debe encontrar el punto de equilibrio entre la películas comerciales destinadas al consumo masivo y las llamadas independientes o cine de arte exhibidas en contadas salas.
Las plataformas, más que matar la experiencia cinematográfica, están reviviendo la pasión por el séptimo arte.