La Comunicación y sus encuentros creativos con la cultura y el arte

A Guadalais, la mejor ingeniera social que he conocido en mi vida.

Las teorías son los anteojos con los cuales observamos la realidad. Existen teorías que hablan de otras teorías. Metateorías. Existen las que se remiten a comprender y explicar los fenómenos observados. Hay otras que además de explicar, persiguen una aplicación práctica de los postulados teóricos. Teorías aplicadas. Dentro de esta categoría se inscriben las ingenierías.

Las ingenierías se basan en el conocimiento de las ciencias naturales y exactas, así como de la tecnología para resolver problemas prácticos con el fin de mejorar las condiciones de vida de las personas. Un ingeniero tiene como premisa lograr la mayor eficiencia en la solución de un problema para cubrir una necesidad. Es llevar el conocimiento científico al plano tangible.

Con la Revolución Industrial, las ingenierías han tenido un desarrollo en todas las ramas del conocimiento. No obstante, los ingenieros existen desde los tiempos antiguos, aunque nadie les llamaba así. Nuestros ancestros (el homo erectus) hace 1.8 millones de años fabricaron hachas para cazar. Fueron los primeros ingenieros de la historia.

“La ingeniería impulsa el desarrollo social, económico y humano y sustenta nuestras sociedades e infraestructuras del conocimiento. Es un factor importante en la innovación y, de hecho, en el auge y caída de las civilizaciones ”, según considera la UNESCO (2010) en su Informe sobre la Ingeniería.

En las sociedades modernas prácticamente cualquier sector se relaciona con algún tipo de ingeniería. Nuestras vidas sociales, y casi todas nuestras actividades productivas, educativas y de ocio son mediadas por computadoras. Se han digitalizado. Estamos inmersos en el mundo de la ingeniería computacional.

Ingenieria social

Elaboración propia Pensar la Comunicación-Raul L. Parra

Pero no existirían computadoras, ni internet, ni nada de lo que moldea nuestra vida moderna sin la electricidad. Entonces todas nuestras actividades están implicadas en la ingeniería eléctrica. Y sin alimentos no podríamos vivir. Pero tenemos la ingeniería agrícola. Y qué tal los aviones. Ingeniería aeroespacial. Así podríamos seguir hasta descubrir lo importante que son las ingenierías para el desarrollo humano.

La ciencias sociales han emulado a las ciencias naturales en la construcción de una metodología científica y empírica en la comprensión de sus objetos de estudio. No son exactas, sin embargo, al utilizar el método científico es posible entender el mundo social desde una óptica científica.

Esta emulación también se ha llevado al plano de las ingenierías. Cuando lo social, lo técnico y el conocimiento científico convergen se crean las ingenierías sociales de las cuales se deriva la Ingeniería de la Comunicación.

Desde los anteojos de la Ingeniería de la Comunicación un grupo de jóvenes académicos y profesores de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán (FES Acatlán) emprendió un proyecto de investigación colectivo con el objetivo de pasar del diagnóstico de problemáticas a la intervención directa en el fenómeno estudiado.

La idea original era crear un diplomado y terminó siendo un libro: La Comunicación y sus encuentros creativos con la cultura y el arte (2019), bajo el sello editorial Noriega Ursé.

Una dosis de compromiso social y la insatisfacción con el sistema neoliberal, que todo lo cuadra en términos de ganancias económicas, fueron los resortes que impulsaron al profesor Miguel Maciel para emprender este proyecto y sumar a otros entusiastas, Mario Rivas, Daniel Vargas, Leonardo Eguiluz y Narciso Cuevas, con el fin de analizar, en su faceta de ingenieros sociales, temas como música, fotografía, danza, literatura, alfabetización y hasta la radio comunitaria.

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Potencialmente cualquier persona que busca intervenir en su entorno social para aplicar sus conocimientos teóricos y técnicos dirigidos a transformar su realidad podría ser un ingeniero social.

Es el caso de los autores mencionados. Ellos actúan como ingenieros en comunicación o ingenieros culturales, dada su formación académica y la aplicación de sus postulados teóricos.

Los ingenieros sociales, además de profesionales, también son conocedores de los procesos y estrategias para el desarrollo de proyectos orientados hacia un colectivo. Las condiciones particulares del escenario donde ejercerá su acción reflexiva les lleva a crear vínculos con quienes habitan el escenario donde intervienen, según plantea Maciel en la introducción de la obra.

El eje de este libro, refiere el autor, es ofrecer una aproximación teórica con un trabajo empírico «para crear estructuras científicas, filosóficas y artísticas, que se observen como rutas posibles de desarrollo autogestivo de las personas y los grupos, ante el predominio del pensamiento único, el cual genera no sólo aspectos de explotación y alienación a nivel social, sino que está creando una serie de fracturas en la convivencia humana y padecimientos psíquicos que ubican a mujeres y hombres, en un proceso de descomposición del sentido, que tiene por ejemplo; estudiar, relacionarse con los otros, trabajar, reflexionar, crear arte, fomentar el respeto y la solidaridad”.

La necesidad de un ingeniero de la comunicación y en este caso de un ingeniero de la cultura, que trabaje con la comunidad, tiene el objetivo de revertir la declinación de los vínculos colectivos ante la lógica globalizadora neoliberal.

“En ese sentido, así como los espacios y objetos concretos son bienes públicos, las personas, los grupos y las organizaciones también lo son; desde el momento en que el proceso de la ingeniería construye formas éticas que ponen en relieve la idea de acompañamiento, cercanía y atención de unos a los otros, de unos para los otros y de uno para los otros, diluyendo la “privatización del uno mismo” que promueve la cultura del capitalismo”, explica Maciel.

En ocasiones, continua el autor, los ingenieros pueden convertirse en pobladores y los pobladores en ingenieros, no sólo en el nivel de sus conocimientos y habilidades, sino en cuanto al grado de involucramiento al que pueden llegar dentro de la misma comunidad.

Y ese grado de involucramiento con la comunidad es el común denominador de los coautores, como Mario Rivas, quien además cuenta con experiencia en el ámbito musical como integrante de diversas bandas alternativas y es autor de la revista electrónica Earthquaker: Rock.

En su texto Cajita de Herramientas Musicales: Propuestas Comunicativas desde un Esbozo Teórica-Histórico de la Sonoridad, Rivas ofrece un amplio panorama sobre lo que ha significado el desarrollo de la industria musical y la tecnología en la transformación, y trastoque, del disfrute de las melodías por parte de las audiencias.

Con un estilo sencillo, pero no falto de amplias referencias, el autor nos introduce en el mundo sonoro, sobre todo para aquellos no conocedores del tema.

La sonoridad ha estado presente en el ser humano desde el momento en que el embrión se encuentra en el útero y escucha los primeros ritmos cardiacos de su madre, hasta cuando comenzó a producir música.

Rivas nos explica cómo la música ha sido también utilizada como una forma de control social. En las religiones hay ritmos que han sido prohibidos por las élites porque fueron considerados diabólicos.

Asimismo, nos habla de los condicionamiento musicales derivados de las percepciones culturales, ya que tanto la forma de composición, las escalas tonales y los tipos de instrumentos musicales varían en Occidente y Oriente.

La música se convierte en un referente social de encuentro y coincidencia sonora que dota de identidad a los miembros de una comunidad, un conjunto de sonidos organizados a forma que ciertas comunidades lo puedan distinguir, comprender e interpretar bajo una misma lógica auditiva”.

En la actualidad, con tal proliferación de plataformas para escuchar música y la ilimitada capacidad de almacenamiento de sonidos digitales en formatos mp3, se ha perdido la valoración de lo que significa el silencio como una forma de apreciación musical.

En la antiguedad, cuando no había forma de grabar música, la gente sólo podía apreciarla en las interpretaciones en vivo, ya fueran en los lujosos salones de la artistocracia o en las tabernas de los pueblos más recónditos. Hoy usamos la música para acompañar nuestras soledades o simplemente para llenar los vacíos y no escuchar el silencio.

En su texto, Mario Rivas nos invita a reflexionar sobre la importancia del silencio para revalorizar la música. Nos lleva en una travesía para entender las mutaciones de la industria musical en la era de Spotify. Su apuesta es que apreciemos a la música como un encuentro con el otro y no como una forma de aislarnos en nuestras listas de reproducciones.

Sin embargo, no hay nada más solitario que la lectura. En su texto Literatura en la actualidad: un librero repleto de retos que pocos quieren leer, Daniel Vargas nos recuerda que la lectura es un acto silencioso en el que nuestra concentración debe estar en consonancia con la mirada fijada en el libro. Sin embargo, con el desarrollo de internet y los libros digitales hemos dejado se ser solo lectores para convertirnos en escritores de nuestras propias historias, tan cortas como un tuit o tan largas como una sesuda reflexión sobre un tema político en Facebook.

Vargas nos habla de las nuevas formas narrativas de nuestra era y que, ante el avasallamiento de la información que inunda las redes sociales, lo más importante es aprender a discriminar lo útil del contenido basura.

El autor explica diferentes métodos para regresar al acto de leer con ese gusto estético que durante la escuela es aniquilado cuando nos obligan a leer sin enseñarnos a disfrutar de las historias contenidas en los libros.

“Dentro de esta formación positivista en el proceso de enseñanza-aprendizaje, el docente encargado de asignaturas relacionadas a la literatura vela más por la descripción teórica de las formas o sonidos de las palabras (morfosintaxis y fonología) que por aspectos semánticos”, refiere.

Nos concentramos tanto en la forma que olvidamos el fondo. En su opinión, la enseñanza de la literatura en nuestro país aleja a los estudiantes de los libros por tres grandes factores: los planes de estudio están desconectados de los estudiantes, el proceso de enseñanza-aprendizaje da mayor relevancia a los aspectos técnicos que a los interpretativos y se requiere una mayor mediación entre el docente y sus alumnos.

Vargas reflexiona que tanto en la literatura como en el arte uno llega por amor, placer o como una forma de divertimento, no como un deber o una imposición. Es por ello que reivindica la enseñanza-aprendizaje que incentiva el gusto por la lectura en tiempos en donde los jóvenes cada vez leen menos pero escriben más en las redes sociales.

Y en ese arte de narrar en primera persona, Leonardo Eguiluz nos ofrece un texto titulado Con los pies en la tierra, en el que habla de su experiencia durante un viaje a la Mixteca Oaxaqueña que realizó como fotógrafo-comunicólogo-brigadista. En las calles de San Andrés Dinicuiti encontró a un grupo de mujeres de la tercera edad que dedicaban sus tardes a reunirse para platicar y bailar,

Su misión era retratar la vida cotidiana del pueblo y para ello tenía que ser reconocido por los habitantes y no ser visto como un agente extraño que les tomaba fotos. Eguiluz tenía que cargar su cámara todo el tiempo para dejar en claro que ese era su propósito: tomar fotos. Eso le permitió acercarse a las personas y comenzar a retratarlas.

«El lazo entre la comunidad y la brigada era fuerte y en general la población se mostraba alegre de saber que nosotros teníamos el deseo de conocer más sobre ellos y su vida allí», explica.

Eguiluz no sólo retrató al grupo de las mujeres de la tercera edad que se reunían para bailar, también realizó varias entrevistas que le permitieron conocer sus pensamientos más íntimos, como el de Esther Ortiz que gracias al baile logró vivir más feliz.

“Antes sí sufrí mucho cuando tomaba mi esposo, me pegaba mucho, antes nos pegaban mucho. Cuando tomaban nos pateaban, nos jalaban del pelo y ahorita pues ya no, ya tiene que se murió como 12 años”. Es uno de los testimonios que nos ofrece el autor en su artículo.

Una cámara y el baile fueron los componentes que le permitieron a Eguiluz generar un ensayo fotográfico que se vio coronado con una exposición. Sin embargo suele ocurrir, no pocas veces, que el observador termina siendo influido por el fenómeno observado. Para el fotógrafo brigadista existía una inquietud más allá de sólo haber tomado las fotografías. Él había generado vínculos con las protagonistas de sus retratos. Un año después de aquellos primeros encuentros, Eguiluz regresó a la comunidad para reunir y reunirse de nuevo con las bailarinas. El objetivo era tomar una nueva ronda de fotos pero en esta ocasión con cada una de las bailarinas sosteniendo su propio retrato.

El resultado: un bello ejemplo de ingeniería social.

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En palabras de Eguiluz:

“Esa fotografía mostraba algo fundamental: juntas un año atrás, juntas un año después, juntas hacia el futuro. Dignidad, fortaleza, paz, todo con los pies en la tierra, todo en la tierra que es de todos; la tierra es de quien baila sobre ella, es de quien hace comunidad, de quien busca la felicidad en el ejercicio colectivo, tan odiado por nuestro sistema para el cual las personas no son más que números y fuerza de trabajo”.

En ese sentido comunitario también se encuentra Narciso Cuevas, quien presenta el texto Educación Comunitaria: Preservando la Cultura a través de la Radio y la Palabra.

Desde la experiencia de una campaña de alfabetización en comunidades bilingües de habla náhualt-español, Cuevas nos explica sobre la valorización de la palabra a partir de la generación de espacios de recreación cultural.

En este trabajo, también narrado en primera persona, el autor refiere su experiencia como educador en las comunidades de San José Corral Blanco y Chachahuantla en la Sierra Norte de Puebla, y del significado de lo que implica la educación popular y comunitaria.

Paulo Freire con su Pedagogía del Oprimido creó una corriente pedagógica latinoamericana que plantearía la metodología y los objetivos de la educación popular, la cual debería enseñar a las personas a pensar y ser consientes de lo que sucede en su entorno, en una educación para la libertad y que estuviera al alcance de todos.

Cuevas considera que la educación popular necesita de teoría, reflexión y praxis. Los componentes que subyacen también en la ingeniería social.

Llevado esto a la práctica en el método de alfabetización, el autor explica que en México suele utilizarse el sistema fonético-silábico conformado por 14 palabras con las cuales se pueden comprender todas las reglas gramaticales, silábicas y de ortografía de la lengua española.

En este sentido, Cuevas expone:

“La elección de alguna palabra del método siempre va a depender de la aplicación de ejercicios previos para conocer el nivel de analfabetismo de la persona o grupo con el que se trabajará en conjunto. Además, por supuesto de tener un acercamiento previo en la comunidad para conocer su contexto (cultura, tradiciones y demás saberes locales)”.

El autor ve en las campañas de alfabetización un forma de intervención social con miras a transformar las condiciones de vida de las personas. En este sentido, los alfabetizadores también generaron vínculos con su educandos: “pasamos de ser extraños a ser los maestros y por qué no, los compadres de aquellas personas que en un principio nos veían como extraños, ajenos o dudaban de nuestras intenciones”.

Sin embargo, Cuevas también advierte que en esta relación con la comunidad y dentro de su labor comunitaria debe evitarse la invasión cultural porque “no se trata de llegar como el “salvador” o recaer en la imitación de expresiones y tono el que se comunican las personas en una comunidad, ni tampoco vestirse con ropa típica de la comunidad, por más que logremos establecer un vínculo muy fuerte con la comunidad siempre seremos agentes exógenos”.

En esencia, las personas estaban interesadas en aprender español para comprender la papelería utilizada en programas sociales, “ya que en ocasiones firmaban documentos sin tener alguna idea de qué se trataba”.

«Pese a ser originarios de lugares distintos y hablar diferentes lenguas logramos generar un intercambio de saberes, a diferencia de lo que habíamos previsto, la lengua no fue una barrera sino representó una gran oportunidad para aprender, refiere.

En la comunidad de Chachahuantla, los alfabetizadores exploraron otro método utilizando la radio comunitaria. Sin embargo este proyecto, que fue una iniciativa personal de Cuevas, en un principio no pudo concretarse. Cuevas descubrió que el error era que se trataba de una iniciativa personal y no se había considerado a la comunidad. “(…) dada mi falta de experiencia olvidé por completo un principio fundamental de la educación popular; el proyecto era una iniciativa propia donde no se consideraba ningún indicio ni punto de vista de la comunidad sobre si querían o no un proyecto con estas características”.

Después de lograr el consenso, el autor con el equipo de alfabetizadores y el apoyo de la comunidad retomaron una radio comunitaria que estaba abandonada. Los jóvenes que se encargaban de operarla habían migrado en la búsqueda de mejores oportunidades de vida.

“Retomando la propuesta desarrollada para la campaña en San José Corral Blanco decidimos comenzar (el proyecto). La primera transmisión se hizo el primero de julio de 2010 con una presentación del trabajo que estábamos haciendo en la comunidad y como presentación del proyecto para invitar a las personas a sumarse a las clases y los grupos de estudio”.

De este modo comenzaron a grabar historias, cuentos y diversos trabajos de las personas en sus clases de alfabetización, tanto en español como en náhualt y las transmitían todos los martes porque era el día en que regresan a la comunidad las personas que trabajan en los alrededores.

Y desde esta forma de intervención directa, mediante una radio comunitaria enfocada a la alfabetización, Cuevas ejemplifica otra forma de ingeniería social que busca transformar el entorno.

Aunque los estilos de escritura entre los autores es disímbolo, en todos ellos subyace la propuesta epistemológica que cohesiona los trabajos presentados, que va del diagnóstico de problemáticas a la intervención directa en el fenómeno estudiado.

El sentido práctico de la ingeniería es saber escoger entre varias soluciones. El ingeniero se mueve en un mundo real y debe encontrar la mejor solución a un problema dado en un entorno cambiante. La obra La Comunicación y sus encuentros creativos con la cultura y el arte es un ejercicio de reflexión sobre el compromiso social de los investigadores, más allá de los marcos teóricos. Es una búsqueda para convertirse en un agente de cambio en el desarrollo de la colectividad.

A decir de los autores:

“El texto está pensado para todo aquel estudiante, profesor e interesado de la Comunicación como forma de análisis de la sociedad y la cultura. Sin embargo, por su forma de escritura y las propuestas contenidas en el material, puede ser leída por cualquier persona interesada en la búsqueda de distintas opciones para proponer el diálogo como una forma de reconstrucción de acuerdos y coincidencias en la sociedad actual”.

No queda más que invitar a los interesados en adentrarse a la lectura de este libro, quizás en ustedes también incube a ese ingeniero social que todos llevamos dentro.

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